sábado, 23 de mayo de 2009


CEGUERA.

Cegada en el delirio,
abandoné de mis penas el refugio
tras tus felonas candilejas,
exóticas galaxias de palabras.

Eterno estigma
de tus labios impacientes,
perfume de tu piel en mi memoria,
mixturas de tomillo y de laurel.

¡Santificada la ceguera padecida!
se alivianó el peso de los años,
ultra mares jineteando un arcoiris,
alondras los poemas en volandas.

El regreso de la infausta luz
sujetó el desvarío desbocado,
emergió tu imagen verdadera:
vulgar espantajo de caireles.


Maria Valente

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